“Es como el humo de cualquier cigarrillo –piensa, siento que en cualquier momento una calada será la que me consuma a mí, convirtiéndome en ceniza y fuego, niebla y oscuridad.”
Aquel sueño había convertido al insomnio en su mejor amante.
Y dice así:
Y dice así:
El sol era abrasador, deberían de ser las cuatro. A lo lejos atisbé un templo, inmenso, grandioso. Me acerqué cuidadosamente, sin ser consciente del nombre de aquel lugar.
-Tu vestimenta es un poco extraña, joven –escuché al llegar al templo.
-Disculpe, señor, creo que me he perdido. ¿Podría decirme dónde estamos? ¿Qué año es?
-Curiosa inquietud la que promulgas, pequeña extraña de extraña vestimenta. Esto es Mileto, la colonia de Mileto, y yo soy Tales. Estamos en el año 580.
Todo es agua, hielo o vapor –me cuenta el anciano. Dice que es el origen y el final de todo ser. Hace demasiado calor y no tengo a dónde ir, creo que me quedaré charlando.
Verás, joven, tú y yo somos agua. Las plantas, los animales y los insectos son agua, aunque el agua que compone al ser humano está hecha de una pureza distinta. Pureza de la que no somos conscientes. Cuando enfurecemos podemos llegar a evaporar mares, helando el mismo Nilo si despreciamos nuestro propio corazón. Cuando aprecias la grandeza de lo que nosotros, tú, yo, y cualquier habitante de este mismo mundo somos, podemos llegar a convertir esa pureza en cosas indescriptibles. Podemos construir pirámides inmensas para el descanso de un alma que ya descansó en vida. Podemos desafiar a nuestra propia esencia resolviendo enigmas impensables para aquellos incapaces de pensar.
-Verá usted, señor. De donde yo vengo, pensar te hace diferente, pero de una manera tangencialmente distinta. En mi mundo temen a las ideas nuevas y los soñadores son diagnosticados por un médico. La pureza de la que me habla solo la conservan los más pequeños, aunque cada vez les enseñamos a esconderla antes. Dicen, los que osan conocerla, que puede llegar a convertirte en alguien diferente, extraño. En mi mundo las personas no son agua, señor. Son máquinas sin intención de plantearse un segundo para la paz, para la calma. Para pensar. En mi mundo son pocas las personas que aun soñamos. Y eso es, siento decirle, lo más parecido a la pureza de la que usted me habla.
A nuestra conversación se une un señor que escuchaba atento a pocos metros, dice llamarse Anaxímenes. En este lugar el tiempo puede avanzar y retroceder con tan solo imaginarlo. Les ofrezco un piti y seguimos hablando. Comienzan a toser, novatos de la nicotina. El nuevo personaje intenta explicarme que Tales esta equivocado, que no todo es agua, sino aire o niebla. A mí todo esto me recuerda a los estados anímicos que los bohemios twittean queriendo parecer abstractos. ¿Quién no siente la más absoluta libertad cuando el aire le recorre cada facción de la cara? ¿Quién no ha sentido alguna vez niebla dentro de su estómago?
(–La niebla anímica no es nada divertida, pienso yo)
(–La niebla anímica no es nada divertida, pienso yo)
De repente el templo en el que estábamos comienza a derrumbarse. Las calles se hacen más estrechas, la ropa de los habitantes cambia y un tercer personaje aparece en el escenario.
-¿Qué está pasando? –preguntó Tales asustado.
-No os preocupéis, creo que sois parte de un sueño.
-Eso no tiene sentido –responde aquel nuevo personaje. Me llamo Heráclito y vuestra teoría de la vida está insultantemente equivocada.
Veréis, todo en este universo esta en movimiento, todo fluye. Y aunque exista una razón universal que hace que todos los seres estemos conectados, las opiniones y conceptos de la mayor parte de la gente podría compararse con los más básicos juegos infantiles. Vosotros no lo entenderíais.
Tales y Anaxímedes lo miran boquiabiertos y comienzan a reírse. Vale. He de confesar que puede que aquel cigarro de liar llevara algo más que tabaco. Mucho más.
Heráclito no entiende sus burlas, los mira y les exige una disculpa. Yo me levanto y le explico que todo es parte de mi imaginación, que pronto todo habrá acabado. Se calma y le digo que puede sentarse con nosotros y probar una nueva filosofía humeante que le hará escribir por lo menos, Sobre la Naturaleza y Razón Común.
Accede.
Con la primera calada se destruye el Templo de Apolo en el que estábamos apoyados. Con la segunda aparecemos en medio de una plaza con vistas a la costa de Abdera, rodeada de niños corriendo de un lado a otro. Con la tercera comienza a toser y el color de su piel se pincela de blanco.
Con la primera calada se destruye el Templo de Apolo en el que estábamos apoyados. Con la segunda aparecemos en medio de una plaza con vistas a la costa de Abdera, rodeada de niños corriendo de un lado a otro. Con la tercera comienza a toser y el color de su piel se pincela de blanco.
Un hombre a lo lejos se acerca poco a poco hacia nosotros. Espero que el sueño no incluya agentes de policía de incógnito –pienso.
Su nombre es Demócrito, debemos rondar el año 440. Al parecer, el olor de aquella inspiración atrae a los curiosos.
-¿Me permites? –le pregunta a Anaxímenes señalándole la mano. Anaxímenes le pasa el "cigarro de liar" y lo inspecciona.
-Mm, interesante composición la de estos átomos. Me pregunto en qué momento las plantas decidieron convertirse en carismáticos bufones. Pues he de suponer que la reacción química que compone este extraño vegetal es el causante de tanto alboroto y risas, ¿no es así?
-Supones bien –contesto yo.
Heráclito, pálido pero risueño, intenta ponerse de pie.
-¿Se puede saber de que hablas? Balbucea entre risas.
-Verás –comienza a explicar Demócrito. Todos, tú, yo, ellos, y esta extraña joven de extraña vestimenta, estamos compuestos por unas piezas diminutas e invisibles eternas e inalterables, los átomos. Están por todos lados y cuando se juntan millones de ellos pueden dan lugar a seres totalmente distintos, como esta curiosa planta rodeada de papel. Por cierto, ¿Qué nombre tiene y para qué se utiliza exactamente?
-Acércatela a los labios e inspira, traga el humo e intenta que conozca tus pulmones durante unos segundos, luego, espira –le explico. Otro más que al llegar a casa escribirá sus mejores obras –pienso.
El sol ha decidido dejar paso a un cielo completamente estrellado, sin luces que lo contaminen puede verse cualquier constelación. La risa se cambia por gumia y decidimos hacernos con algo que comer.
-Aquel sitio tiene buena pinta –exclama Tales.
Me quedo boquiabierta. Es un Mc Donald junto al templo de Delfos. Hay una oferta en la que regalan un paseo guiado con posibilidad de probar la sustancia narcótica que inspiraba a la sacerdotisa Pitia, quien hasta las cejas, “transmitía los mensajes del dios Apolo.”
Cinco Chesse burger dobles, coca cola grande y patatas para todos, por favor.
¡Besos y guiños para todos!
PD: Esta vez si que os pediría vuestra opinión de si quereis que publique alguna parte más, como dato diré que los siguientes en aparecer son Platón y Sócrates, que están liados y que aparece el whisky.
Mónica Gae.